El Instituto Interuniversitario de Geografía de la Universidad de Alicante alerta de que la provincia no vivía una situación tan catastrófica desde 1893 y asegura que estamos ante una deblace ambiental.
La angustiosa falta de lluvia que sufre la provincia desde el pasado otoño –en los cuatro primeros meses del año los pluviómetros han recogido sólo un 20% de la precipitación considerada normal por la Agencia Estatal de Meteorología– ha disparado todas las alarmas, y no sólo en el campo, donde la cosecha de almendra se ha perdido casi por completo, sino porque se ha puesto en peligro la propia supervivencia del arbolado, en concreto viñas y almendros, y del paisaje.
No hay humedad, se ha disparado el efecto negativo de las plagas como la del piojo verde, que ataca a los escasos brotes, e incrementado el riesgo de incendios. La situación es grave y todos los expertos consultados sostienen que de no llover, y no existe ninguna previsión a medio plazo, el final de año puede ser catastrófico, según advirtieron ayer Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante y Antonio Rico, su homólogo en el Instituto Interuniversitario de Geografía.
La provincia no registraba una sequía tan grave desde 1893, especialmente en las comarcas del Vinalopó, l’Alacantí, Vega Baja y la Marina Baixa, tradicionalmente lluviosa. El abastecimiento urbano está garantizado, pero los daños en el campo, en el propio paisaje alicantino y en cultivos como los del almendro y la uva de vino pueden ser irreparables. Todo porque hace 121 años que no llovía tan poco y la humedad en el suelo está por debajo del 10%.
La dos primeras consecuencias letales de la sequía son una amenaza seria y grave para los árboles –las raíces no tienen humedad de la que alimentarse– localizados en las superficies de secano (75% de la almendra), y un riesgo elevadísimo de incendios forestales por el alto grado de combustibilidad que se registra en todo el sotobosque y matorral de la provincia. «Vivimos un momento dramático por la falta de lluvias. No hemos tenido ninguna circulación de viento de levante, que es la que permite lluvias en el Mediterráneo, porque todo han sido circulaciones del Atlántico que contribuyen a elevar la evaporación y la consiguiente falta de humedad. Por último, los días anticiclónicos no favorecen las lluvias. Así ocurrió en abril y así estamos en mayo», subrayó ayer Jorge Olcina.
«Los daños fisiológicos al arbolado son importantes y, lo que es peor, estamos hablando de que gran parte de este patrimonio vegetal puede desaparecer para siempre. No hay fotosíntesis y en el caso de los almendros las pérdidas son históricas», destaca el geógrafo y agricultor Antonio Rico, quien alerta, por otro lado, de la expansión del piojo verde. «Una plaga que cuando hay humedad no ataca a los brotes, pero ahora se ceba con lo poco verde que puede haber en los árboles». Rico reclamó, en este sentido, que «la Administración sea sensible y exija fondos de la Política Agraria Común para los agricultores. El hecho de que se pierda la almendra puede poner contra las cuerdas a muchos productores de un cultivo netamente alicantino».
Según un informe de la organización agraria Asaja, la falta de agua ha provocado ya unas pérdidas de 45 millones de euros en un cultivo clave como es el de la almendra, a los que habrá que sumar otros 15 millones que se mueven en la exportación. El calor tampoco ayuda, y también se van a perder calidad y tamaño de fruto en una agricultura que no tiene otro recurso que la lluvia (almendra, frutos secos, olivar y cereal), y en Alicante no está subvencionada, como en otras zonas de España como Castilla-La Mancha. La coyuntura no solo afecta a los cultivos de secano, donde ni siquiera los agricultores que pueden técnicamente regar lo hacen por el elevado precio del agua: 60 euros la hora. Las hortalizas y los frutales se han salvado por tener agua del Tajo, peros los costes de producción se han disparado, ya que ha habido que regar mucho más durante el invierno, al no producirse lluvias.
Los agricultores están muy preocupados, ya que, además de la pérdida de la cosecha de este año también habrá mermas muy importantes en la de 2015 por la afección a los brotes. Hasta el momento, se estima que hay 40.000 hectáreas afectadas y las pérdidas registradas superan los 45 millones de euros, aunque el deterioro avanza a un ritmo muy rápido por las altas temperaturas y las fuertes rachas de viento registradas durante el invierno.
El último episodio significativo de precipitaciones en la provincia se produjo el 27 de noviembre de 2013, lo que ha disparado la alarma en el Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, que no recordaba un inicio de año con menos lluvia desde 1893. «La historia y la estadística en Alicante no suelen fallar sobre las lluvias, y cuando sufrimos un otoño seco, el año termina marcado por la sequía, como sucede ahora», lamentó Jorge Olcina.
F. J. BENITO | Diario Información