Hoy (25 de noviembre de 2017) he vuelto de las Tablas de Daimiel, donde ya solo queda agua en un cuarto de su superficie, y he recorrido algunas de las miles de hectáreas de cereal y viñedo de regadío instaladas y que están chupando el agua de un acuífero, declarado sobreexplotado hace décadas. Algo que también podríamos observar en muchos otros lugares de España. Más que la cara de la sequía, es la de la escasez, que va más allá de los embalses vacíos y los pueblos con restricciones de agua.
Es cierto que los ciclos de sequía son propios del clima mediterráneo, pero eso no puede ser una excusa para no tomar medidas cuando la ONU alertó hace más de una década de que las zonas mediterráneas serían una de las regiones del planeta más vulnerables al cambio climático. También señaló que los daños serían especialmente severos en la mitad sur peninsular y el Levante, donde las precipitaciones se reducirán hasta un 30% para finales de siglo y hasta un 20% en la llamada España húmeda. Y sin embargo, nada se ha hecho para adaptarnos a estos impactos y aprender de las sequías vividas hasta ahora.
Ante estos datos alarmantes, desde WWF llevamos años trabajando con los agricultores para ahorrar agua en los campos, pero reclamamos también a las administraciones que asuman su responsabilidad:
- que adopten medidas para controlar el crecimiento de la agricultura sedienta y especialmente para frenar el regadío, que es la principal causa de agotamiento de los ríos y humedales en nuestro país;
- que se cierre el medio millón de pozos ilegales que saquean los acuíferos a la vista de todos;
- que se establezca un precio real para el agua en la agricultura y
- que acabe la vergüenza que supone en un país moderno seguir vertiendo el agua sin depurar y mantener nuestros ríos convertidos en cloacas.
En definitiva, que cumplan con la ley y las obligaciones de la Directiva Marco del Agua para proteger nuestras fuentes.
Por desgracia, poco se ha hecho y el potente lobby de la agricultura ha seguido ejerciendo presión y dominando la política del agua por encima del interés general.
376.000 nuevas hectáreas de regadío han surgido en la última década en comarcas sin agua y otras 700.000 están planificadas a pesar de que se sabe bien que no hay agua en los ríos para regarlas. El agua para la agricultura ha seguido manteniendo un precio ficticio y subvencionado y se ha seguido alimentando un modelo de agricultura industrial devastador con ingentes cantidades de fondos procedentes de los impuestos de todos los europeos.
Ante esto todavía hay voces que reclaman más embalses y trasvases, olvidando que en España ya casi no quedan ríos «libres», que es uno de los países del mundo con más presas per capita y que de poco sirven cuando no llueve y la demanda de agua aumenta sin cesar. De hecho, a finales de noviembre la capacidad embalsada estaba por debajo del 37%, cuando hace un año era del 50% y el 54% hace una década. Poner más hormigón en los ríos no es una solución.
Es hora de aceptar que el cambio climático ya está impactando en nuestras vidas y que las sequías extremas son una de sus terribles caras, que debemos hacerle frente cortando todo apoyo a los combustibles fósiles, protegiendo y recuperando bosques, ríos y humedales que son nuestros embalses naturales y cambiando radicalmente este modelo de agricultura insaciable que amenaza con beberse hasta la última gota de agua.
Gracias a todas las personas que nos apoyáis y ayudáis cada día para seguir luchando por el agua y la naturaleza.
Juan Carlos del Olmo, Secretario General de WWF España