El informe apunta a reforzar las infraestructuras y a generar un sistema tarifario único, que recoja los costes de operación y la amortización de las inversiones, además de poner en marcha un Fondo Nacional del Agua.
Si el hidrógeno verde es el combustible del futuro, el agua es la llave de ese porvenir. España encabeza, después de Alemania, el uso de esta energía renovable en Europa. Este vector se perfila como líder indiscutible de la transición de múltiples industrias hacia sistemas sostenibles. Pero nada de esto será posible si no se ataja a tiempo un elemento clave para el desarrollo de nuestro país: la gestión del agua. Por este motivo, FACSA, la empresa con 150 años de experiencia en la gestión del ciclo del agua en España, ha presentado un estudio que analiza este modelo y propone medidas para optimizarlo.
Se espera que el hidrógeno verde represente hasta el 12% de la energía mundial en el año 2050 y el papel de España en esta proyección es esencial. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, revisado en 2023, contempla que nuestro país llegue a 2030 con una potencia de electrolisis de 11 GW que permitirá generar hasta 1,65 millones de toneladas de este vector energético. En este contexto, el informe presentado por FACSA, que se ha realizado junto con la consultora de Asuntos Públicos Red2Red, advierte que, si consideramos que cada kilogramo de hidrógeno producido consume 20 litros de agua, la producción de energía prevista requerirá el consumo de 33 Hm3 de agua.
Y el cálculo se basa en el mejor de los escenarios, usando el sistema óptimo de producción, con agua dulce ultrapura y refrigeración por aire. De otra forma, se calcula que se necesitarían entre 60 y 95 litros de agua por kilogramo de hidrógeno verde producido. Además, de utilizarse agua salobre, el volumen de agua necesario aumentaría entre 2,5 y 5 veces.
Mitigar el estrés hídrico
Los embalses del territorio nacional pueden almacenar 56.039 hm3, pero a febrero de 2024, se encuentran al 50,13% de su capacidad. Dos tercios del país están sometidos a un problema de escasez que previsiblemente se agudizará con los años. El estrés hídrico (relación entre agua dulce extraída y disponibilidad de recurso) alcanza el 42% y ya es una realidad en España: nuestro país ocupa el tercer lugar en el ranking europeo después de Malta y Bélgica.
Las repercusiones sociales, pero también económicas de este dato no son menores y adquieren especial relevancia para el binomio agua-energía. Para garantizar la sostenibilidad de esta industria, el I Estudio FACSA sobre el modelo de gestión del agua en España concluye que nuestro país debe homogeneizar la estructura tarifaria en todo el territorio para adaptarse a nuevos usos como la producción de hidrógeno verde. También propone la creación de un Fondo Nacional del Agua que facilite la inversión de infraestructuras, en línea con la colaboración público-privada.
“Es urgente invertir en infraestructuras para el ciclo integral del agua y renovar las ya existentes dotándolas de mayor eficiencia. También lo es invertir en aquellas que permitan incrementar la oferta del agua mediante usos no convencionales, como la reutilización o la desalación. Pero es fundamental tener en cuenta que la ejecución de las inversiones necesarias sólo será posible si se aborda el déficit de recursos existentes. Eso quiere decir que es necesario conseguir la recuperación de costes que, por otro lado, es una exigencia de la legislación europea que hasta ahora no se está cumpliendo. Sin este avance, el sistema de gestión del agua en España será insostenible” ha asegurado José Claramonte, director general de FACSA.