En el Día Mundial de las Luchas Campesinas, que se celebra hoy 17 de abril, 15 activistas de Greenpeace han dibujado una gran grieta en el asfalto de una calle de Madrid de la que brota un campo de cultivo de 40 metros de largo para reivindicar la agricultura familiar y social frente al modelo industrial e intensivo. Los activistas han desplegado una gran pancarta en la que se lee: “Planas, si matas el campo, nadie come”. También han portado pancartas de mano que dicen: “¡Ley de agricultura familiar y social YA!” y “No nature, no farmers”.
Greenpeace señala que los pequeños y medianos agricultores familiares se están viendo expulsados del sistema por la incapacidad para mantener su producción. Tal y como está mostrando este colectivo durante sus protestas, la falta de apoyo para adaptarse al cambio climático, la presión en precios de la agroindustria, las ayudas mal dirigidas, la competencia desleal favorecida por el libre comercio y el exceso de burocracia les asfixian. Como respuesta a la crisis agrícola, Greenpeace pide que se impulse urgentemente una transición justa hacia la agroecología que apoye y favorezca la agricultura familiar y social frente a la agroindustria.
“Ante la crisis actual del campo, pedimos al Gobierno poner en valor el modelo de agricultura social y familiar, de pequeños y medianos agricultores, para garantizar una alimentación sana y medios de vida justos y sostenibles frente al impacto del cambio climático. Reclamamos que las Administraciones pongan en valor a este colectivo e incrementen las ayudas y el apoyo técnico para adoptar prácticas agroecológicas que fomenten la fertilidad natural del suelo y la biodiversidad, que eviten la erosión, que preserven el agua y que reduzcan el uso de plaguicidas y fertilizantes de síntesis. Es decir, necesitamos pasar de un modelo agrario que contamina y emite gases de efecto invernadero a otro que preserve la naturaleza y mitigue y se adapte a las crisis climática y de biodiversidad. Solo así lograremos salvar el campo y a quienes lo trabajan. Sin un sistema alimentario sostenible y resiliente, no habrá seguridad alimentaria para nadie”, ha declarado Helena Moreno, responsable de la campaña de Agricultura de Greenpeace.
El cambio climático afecta directamente a los agricultores: según las proyecciones, el 80% de sus cosechas podrían verse afectadas [1] por eventos climáticos extremos como las sequías, cada vez más intensas y prolongadas; las olas de calor, las lluvias torrenciales o los pedriscos.
A la vez, las explotaciones son cada vez más grandes, concentrándose la tierra en menos manos [2]; la agricultura intensiva está provocando una pérdida de suelo cinco veces mayor que la tasa ideal [3] y la contaminación o sobreexplotación del 44 % de los acuíferos españoles [4]; el uso excesivo de fertilizantes sintéticos, vinculado directamente con las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), está incrementando la crisis climática, y la utilización de plaguicidas es una de las principales causas de la disminución del 37% de las poblaciones de abejas en Europa [5], fundamentales para la producción de alimentos.
Flexibilización de la PAC
Con estos datos en la mano, Greenpeace destaca que, mientras la pequeña y mediana agricultura agoniza, tanto por la crisis climática como por el modelo agrario actual, la UE responde con la retirada de numerosas normas ambientales, necesarias para su supervivencia. La última de ellas, la propuesta de la Comisión de eliminación o el debilitamiento de los elementos clave de la infraestructura verde de la Política Agraria Común (PAC), las Buenas Prácticas Agrarias y Medioambientales que, según la propia Comisión, protegen al medio ambiente e incrementan los ingresos de las personas agricultoras
Pese a que las evidencias científicas [7] más recientes subrayan que la transición a una agricultura sostenible debe ser una prioridad en los esfuerzos de la UE para hacer frente al cambio climático, la Comisión no ha evaluado la coherencia de la propuesta de flexibilización de estas medidas con el objetivo de neutralidad climática de la UE y los objetivos para 2030, incumpliendo sus propias obligaciones en virtud de la Ley del Clima de la UE. Concretamente, en España estas medidas son fundamentales para la lucha contra la erosión y pérdida de suelo agrario, en un contexto donde el 75% del territorio está en riesgo de desertificación [8].
Por todo esto, Greenpeace demanda al ministro de Agricultura, Luis Planas:
- Una transición agroecológica justa y urgente para evolucionar hacia un modelo respetuoso con la naturaleza, con los recursos disponibles (agua, suelo y biodiversidad) y con las personas, que se adapte y mitigue la crisis climática actual.
- Que la ley de agricultura familiar y social, que es un pacto de Gobierno, incluya apoyo técnico y económico para la necesaria y urgente transición agroecológica.
- Que en el plenario del 22-25 de abril del Parlamento Europeo, España demande a los parlamentarios que voten en contra de la flexibilización de las prácticas verdes de la PAC, necesarias para el buen estado de los suelos, el agua y la biodiversidad de los ecosistemas así como para la sostenibilidad económica de los agricultores.
“En el día de la lucha campesina, cuando se reivindica el derecho de las poblaciones a definir sus propias políticas y estrategias sostenibles de producción, distribución y consumo de alimentos, desde Greenpeace reclamamos que España responda a los compromisos globales en materia de cambio climático en agricultura y a los problemas que actualmente vive el sector agrario de pequeña y mediana escala. La solución no es retirar las mínimas prácticas verdes de la PAC, que permitirían mejorar la base de la producción, el suelo, sino apoyar a la ‘clase media’ agraria a adaptarse y mitigar esta crisis climática y medioambiental que sufren en primera persona. Porque sin naturaleza no hay agricultura”, ha concluido Moreno.
Helena Moreno | Greenpeace