Un grupo de investigadores españoles del Centro de Investigación en Economía y Desarrollo Agroalimentario (CREDA) está empleando modelos econométricos para cuantificar la relación entre los precios del crudo, los biocombustibles y los alimentos de EE UU, Brasil (ambos países son los mayores productores del mundo de biocombustibles) y España. El proyecto estudiará también las preferencias sociales por los biocombustibles y determinará sus implicaciones socio-económicas.
El carácter «verde» de los biocombustibles ha provocado el crecimiento a ritmo exponencial de su producción mundial, que se ha duplicado en los últimos años. Este aumento se debe sobre todo a los precios del crudo que han alcanzado máximos históricos, a la prohibición del uso del Eter Metil Tert-Butílico (MTBE, por sus siglas en inglés) como aditivo de la gasolina en EE UU, y a la creciente relevancia de las políticas relacionadas con la seguridad energética y el cambio climático.
A pesar de que los biocombustibles se generan a partir de distintos materiales de origen orgánico, en la actualidad, su producción principal se realiza a partir de materias primas agrarias alimenticias como el maíz, la soja y la caña de azúcar, lo que ha incentivado la demanda de estas materias primas para la producción de energía, y una competencia directa con la producción agraria para la alimentación humana y animal.
El equipo de investigadores del Centro de Investigación en Economía y Desarrollo Agroalimentario (CREDA) está realizando el proyecto Transmisión de precios entre los mercados energéticos y de alimentos: el efecto de los biocombustibles para medir las relaciones entre los precios del petróleo, los biocombustibles y los alimentos.
Algas, desechos forestales y agrícolas, una alternativa
Durante el primer año de ejecución del proyecto, el trabajo se ha centrado en el mercado del etanol en EE UU, el primer productor a nivel mundial de este tipo de alcohol de alto octanaje elaborado con maíz. Aunque el etanol represente en la actualidad el biocombustible líquido más producido en todo el mundo, prácticamente no existen estudios empíricos que cuantifiquen la relación entre los precios del etanol y del maíz.
El estudio realizado por el CREDA revela que la variación de los precios del maíz, del etanol, del crudo y de la gasolina a lo largo de las dos últimas décadas han seguido patrones comunes: un incremento de los precios de la energía genera un aumento de los precios del maíz.
Aunque la expansión de la industria del etanol en EE UU tiene impactos positivos sobre las comunidades rurales, también pueden causar un descontrol de la inflación en el precio de los alimentos. Las segundas generaciones de biocombustibles como las algas, los desechos forestales y agrícolas u otro tipo de residuos (que suponen menor competencia con la producción de alimentos) representan una alternativa, económicamente atractiva, a los combustibles fósiles.
Según los investigadores, un incremento del precio del etanol podría provocar un encarecimiento del precio de la gasolina. De esta manera, las refinerías de petróleo trasladan la inflación originada en un mercado energético relativamente pequeño (el del etanol) al mercado de la gasolina.
En la situación opuesta, la subida del precio de la gasolina provoca reducciones en el precio de mercado del etanol. Los expertos destacan el potencial económico de este carburante, puesto que una mayor o menor producción podría contribuir a controlar la inflación en el mercado de los combustibles líquidos.
La segunda fase del estudio prevé analizar la situación de la producción de etanol en el mercado brasileño, y seguir una metodología que permita analizar tanto las relaciones de los precios como su volatilidad. A fin de obtener una visión más amplia de las implicaciones sociales de los biocombustibles, actualmente se está diseñando un experimento de elección para analizar, en una fase posterior, las preferencias sociales por los biocombustibles.
El trabajo representa una contribución importante a los debates actuales sobre los impactos de los biocombustibles en los precios de los alimentos. Los resultados obtenidos por el CREDA resultan «muy relevantes» para el diseño de nuevas políticas y para los agentes económicos relacionados con el mercado de etanol.
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