La industria vitivinícola genera residuos orgánicos que resultan altamente contaminantes para el medio ambiente, por eso, la legislación obliga a tratar este tipo de desechos antes de liberarlos en el suelo o en las aguas. Además, los científicos tratan de buscar nuevos sistemas que permitan descontaminar con mayor eficacia y menor coste, según ha explicado hoy Michele Arienzo, investigador de la Universidad Federico II de Nápoles (Italia), que colabora con el Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (Irnasa), quien ha presentado un proyecto realizado en Australia.
La línea de investigación de este científico se centra en la contaminación del medio ambiente, con el objetivo de «estudiar el destino de los compuestos orgánicos e inorgánicos en el suelo y en las aguas, así como la contaminación y descontaminación de ríos», ha explicado en declaraciones a DiCYT. En el caso de las aguas residuales de la industria del vino, lo más importante es que tienen un contenido de materia orgánica muy alto y un pH muy ácido, de manera que «pueden afectar seriamente la calidad del suelo», afirma.
De hecho, en la actualidad no se pueden arrojar tal y como están, se tienen que tratar para reducir su impacto sobre el ambiente. «Es obligatorio tratarlas, no se pueden tirar directamente al suelo o a los ríos, tienen que presentar unos parámetros bajos de contenido de materia orgánica, pH y materia sólida», señala. Sin embargo, los científicos siguen trabajando para mejorar este proceso.
Por eso, Arienzo participó en un amplio estudio realizado en Australia sobre manejo y tratamientos de las aguas residuales de la industria del vino. La investigación analizó cuáles son los problemas, cómo se puede mejorar el tratamiento de las aguas y su coste y el destino ambiental de las aguas que se emplean. Se trataba de «encontrar las soluciones más idóneas para ayudar a los productores», puesto que se realizó en colaboración entre los investigadores y la industria, que era quien lo demandaba.
«Vimos cuáles eran las técnicas más idóneas en la producción del vino para reducir el impacto ambiental y reducir compuestos químicos que se utilizan, analizamos las alternativas que había y la posibilidad de reutilizar las aguas, porque es muy importante reducir el consumo de un recurso escaso, así que un objetivo era reutilizar esas aguas para regar el campo», comenta. Por lo tanto, las aguas residuales de la industria vitivinícola «no es una basura que se tiene que tirar, sino algo que se puede utilizar para la fertilización del suelo».
Michele Arienzo trabaja en el Dipartamento di scienze del suolo, della pianta, dell’ambiente e delle produzio en la Universidad Federico II de Nápoles y desde 1992 colabora con el grupo de María Jesús Sánchez Martín, del Irnasa. Por el momento, no existen proyectos de investigación conjuntos, pero la visita del italiano a Salamanca puede ser el punto de partida, según ha explicado.
Fuente_Dicyt