La huella ecológica de los españoles es tan alta, que se necesita el triple de la cantidad que el país se puede permitir. Así lo señalan diversos estudios, que destacan también el consumo insostenible del agua en España. No obstante, las diferencias entre provincias y áreas geográficas.
Huella ecológica, el doble en 40 años
La humanidad ha duplicado en los últimos 40 años su huella ecológica global, según el informe «Planeta Vivo» de WWF. Este indicador mide la superficie necesaria para producir los recursos consumidos por un ciudadano y para absorber los residuos que genera. Si se consume más de la cantidad disponible, se genera un «déficit ecológico» y, por tanto, una huella mayor. En este caso, el consumo se basa en la utilización de los recursos de otros territorios o de generaciones futuras. Según el estudio de WWF, la población mundial utilizó de media en 2007 el equivalente a 1,5 planetas para sostener sus actividades.
En España, su biocapacidad global (el área disponible para mantener el consumo de los recursos naturales y absorber las emisiones de dióxido de carbono) se ha superado casi tres veces y media. Esto es: se necesitan casi 3,5 superficies como la de España para satisfacer el nivel de desarrollo actual. Este dato sitúa a nuestro país entre las regiones que más presionan a la naturaleza.
El estudio deja en evidencia que la responsabilidad varía mucho según los países. Si todas las personas del mundo vivieran como un ciudadano medio de Estados Unidos (EE.UU.) o los Emiratos Árabes Unidos, se necesitaría una biocapacidad equivalente a más de 4,5 planetas Tierra. Por el contrario, si todo el mundo viviera como un ciudadano medio de la India, la humanidad utilizaría menos de la mitad de la biocapacidad del planeta.
España se sitúa en el puesto 19 del mundo y en el 12 de Europa en cuanto a mayor huella ecológica por persona. Los primeros puestos de esta clasificación los encabezan Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Dinamarca, Bélgica y EE.UU. Con respecto al anterior informe, de 2008, España ha rebajado su presión al entorno, ya que se situaba en el puesto 12 mundial.
Por países, el mayor déficit ecológico de Europa lo tiene Bélgica, seguido de Chipre, Malta, Holanda, Macedonia e Italia. España, Suiza y Grecia comparten la séptima, octava y novena posición. Reino Unido cierra este top 10. Respecto a la huella de cultivos de Europa, España destaca en los primeros lugares: en la quinta posición, sólo superada por Dinamarca, Chipre, Holanda y Bélgica.
Por su parte, los datos del análisis de la huella ecológica publicados por el Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino (MARM) y el informe «Sostenibilidad local» del Observatorio para la Sostenibilidad de España (OSE) señalan que cada español necesita como media 6,4 hectáreas de territorio para satisfacer sus consumos y absorber sus residuos, casi el triple de la cantidad que el país se puede permitir.
Según estos informes, en los últimos diez años, la huella ecológica española ha crecido un 34%, en su mayor parte por el incremento de consumo energético. Las ciudades con la huella ecológica más elevada son Madrid, Barcelona, Cádiz, Pamplona, Bilbao, La Coruña y Santander. Las provincias con un déficit ambiental más severo necesitan más de diez veces su territorio para mantener el nivel de consumo actual. En el lado opuesto figuran Cuenca, Badajoz, Albacete, Jaén, Teruel, Cáceres y Córdoba, que tienen superávit ambiental: disponen de más hectáreas que las necesarias para cubrir su consumo y los residuos de sus habitantes.
Las diferencias geográficas también son evidentes, según el estudio: las provincias del norte tienen en general un déficit severo, frente a las del sur, con tendencia al superávit ecológico. Las provincias de interior registran una huella ecológica moderada, mientras que las del litoral, excepto Granada y Almería, cuentan con un déficit ambiental severo o muy severo.
La huella hídrica también es alta
El Índice Planeta Vivo recoge además la «huella hídrica» de la producción mundial, una variable que analiza el consumo de agua por persona. España ocupa el puesto número 25. Entre los primeros lugares de esta clasificación están India, China, EE.UU., Brasil e Indonesia.
Por su parte, otro concepto que señala la sobreexplotación insostenible del agua es el de la «huella virtual». Este indicador recuerda que los ciudadanos no sólo consumen agua cuando beben o se duchan, sino también cuando comen o se visten. A partir de la suma de los productos consumidos y su equivalencia en agua virtual, se puede afirmar que cada persona gasta entre 2.000 y 5.000 litros de agua por día de media. Comerse una hamburguesa supone realizar un consumo de 2.400 litros de agua.
En España, según cálculos de un grupo de investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), cada ciudadano necesita un poco más de un millón de litros al año. De esta manera, el agua para beber (entre dos y cinco litros) y para higiene y tareas domésticas (entre 50 y 200 litros) son una parte pequeña comparada con los 2.740 litros de agua virtual consumidos de forma diaria.
Para compensar este desequilibrio, el creador del concepto de agua virtual, John Anthony Allan, propone el «comercio de agua virtual». Un país árido o semiárido como España podría intercambiar sus tomates (200 litros por kilo) por trigo (600 litros por kilo) de otros países con más agua. Por otra parte, los países pueden ajustarse al verdadero precio del agua y obligarse a tomar medidas de eficiencia en el consumo.
Cómo reducir la huella ecológica
El informe de WWF asegura que si se continúa con la misma gestión de los recursos, la humanidad necesitará dos planetas en 2030 y casi tres en 2050. Según los responsables de esta ONG, los mayores esfuerzos para disminuir la huella ecológica se deben centrar en la energía y la alimentación. Como principales consejos, se propone el aumento de las energías renovables y el descenso del consumo de carne y productos lácteos.
En definitiva, estos indicadores dejan en evidencia que el modo de vida de los países desarrollados, como España, no puede continuar de la misma forma y mucho menos extenderse al resto del planeta. Por ello, una economía mundial sostenible exige una reducción del consumo de estos países en la medida en que no pueda compensarse con un aumento equivalente en la eficiencia productiva.
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