La mano del hombre intenta desafiar a la naturaleza con una iniciativa del gobierno egipcio para regar las zonas desérticas con agua de desecho y convertirlas en bosques, cuya superficie equivale ya al territorio de Panamá.
La diferencia después de la intervención humana es dramática: en el que antes era un paisaje desértico, inhóspito y abrasador ahora hay manchas verdes cubiertas de árboles de alto valor económico como álamos, papiros y eucaliptos. Y esto gracias al agua que utilizan, contaminan y desechan los 80 millones de egipcios todos los días y que, irónicamente, es la mejor para estos llamados bosques ‘hechos a mano’.
«El agua residual puede convertir lo no fértil, como el desierto, en algo fértil ya que contiene nitrógeno, micronutrientes y sustancias orgánicas ricas para la tierra», dijo el profesor del ‘Instituto de Investigación de Suelo, Agua y Medio Ambiente’ Nabil Kandil, dedicado al análisis de terrenos desérticos adecuados para la forestación.
Lo mismo opina el profesor del ‘Departamento de Investigación de Contaminación del Agua’ Hamdy el Awady, quien incluso subraya la superioridad de las plantas regadas con agua residual. «El agua de desecho tiene muchos más nutrientes que el agua normal, por eso es una fuente extra de nutrición que puede lograr que las plantas resistentes a los climas hostiles crezcan más rápido e, incluso, que tengan hojas más verdes».
Egipto verde
Tanto Kandil como El Awady saben bien el valor de equiparar la demanda con la oferta en un país que produce 7 millones de metros cúbicos de agua residual al año y que, al mismo tiempo, tiene el 95% de su territorio cubierto de desiertos estériles o con escasa vegetación.
Hasta ahora, hay 34 bosques a lo largo del país, con un total de 71.400 kilómetros cuadrados, que equivalen a la superficie total de Panamá o Irlanda. Además, de acuerdo con el gobierno egipcio, hay otros diez en proceso de construcción en un área que suma otros 18.600 kilómetros cuadrados.
Según Kandil, «el objetivo es forestar un millón de kilómetros cuadrados», lo que significa volver verde a todo el país, aunque advierte de que si lo logran, será «cuando todos lo que lo proponen ahora hayan muerto».
La mayoría de las plantas cultivadas hasta ahora son árboles de madera como álamos, papiros, casuarinas y eucaliptos, que se siembran para cubrir las necesidades de madera del país, aunque también se han cultivado con éxito granos para producir biocombustibles como la jatrofa y la jojoba, o para fabricar aceites como la colza, la soja y el girasol.
Impacto medioambiental
Obtener el agua de las plantas de tratamiento primario, donde se eliminan los contaminantes sólidos, ha sido lo más barato, especialmente porque los sistemas de irrigación que transportan y bombean el líquido son los mismos que han utilizado los campesinos egipcios durante años.
Aunque esta agua exige precaución debido a que contiene contaminantes y se desconocen los impactos del cambio de ecosistema para la biodiversidad, el proyecto, implementado por el Ministerio de Agricultura en cooperación con el de Asuntos Medioambientales de Egipto, parece ser un negocio completo.
Estos bosques hechos a mano no sólo combaten las sequías, la desertificación y la erosión, dice Kandil. «Sino que, además, aprovechan el agua de desecho, maximizan el beneficio para los agricultores y satisfacen las necesidades de madera de Egipto generando beneficios económicos para el país», añade.
Fuente_Andalucía Investiga