Mientras camino, recuerdo haber leído que no es una frivolidad pensar que antes de que desaparezca el último árbol habrá desaparecido el último humano. No comprendo por qué esta idea no está interiorizada en la sociedad. Estamos en la época de mayor conocimiento, al menos teóricamente. Sabemos, pues, que el 75% de los medicamentos provienen directamente del bosque; somos conscientes de su importancia y de la relación directa con el agua, así como de los ciclos naturales.
En estos tiempos especiales de relación directa con la economía, que se muestra más favorable en tanto incrementan bosques y árboles, no hay, sin embargo, movimientos importantes de las administraciones en su defensa, protección y desarrollo. Éstas sólo responden poco a poco ante la presión civil. La economía sólo alcanzará los resultados necesarios si somos capaces de organizar esta exigencia planetaria, porque en los dos postreros siglos, especialmente en los últimos ochenta años, se han cortado la mitad de los árboles de la Tierra con el agravante de ir talando los mejores ejemplares.
He recibido un correo recordatorio de que en próximas fechas se celebrará el Día Internacional contra el Monocultivo de Árboles. Desde luego, este asunto no es una banalidad, porque la frontera entre la desertización y el monocultivo es demasiado estrecha e imprecisa. Creo que fue Fukuoka quien escribió que «un área de monte, si no tiene al menos cien especies diferentes, es como un desierto verde».
Esta tarde he caminado por las zonas de entrada y salida de las rutas previstas para los próximos días, y me he encontrado con unas condiciones excelentes y una diversidad muy corta. Pronto alcanzaremos otro parque natural que nos dirá cuáles son las especies naturales y, en algún recodo poco accesible, el equilibrio natural que se establece si se le deja una oportunidad al territorio.
Nos vamos a instalar en Mondragón-Arrasate, una población importante, limpia y ordenada, pero que en esta tarde de agosto está como deshabitada. Resulta casi irreal andar por calles vacías, en un lugar en el que se presupone con un bullicio habitual. Ya en el hotel nos cuentan que es la semana más vacacional del año.
Una tormenta nocturna refresca el asfalto y los bosques que revisten las laderas encimadas que rodean esta ciudad.
Juan