En unos meses la nueva ley de Dinamización del Comercio completará la liberalización total de horarios en los establecimientos de Madrid, potenciando aún más la cuota de venta de las grandes superficies y supermercados frente a las pequeñas tiendas y el mercado tradicional. Ecologistas en Acción advierte que la nueva ley viene a reafirmar un modelo de distribución minorista que se ha mostrado social y ambientalmente insostenible.
El próximo mes de mayo, Madrid se convertirá en la primera Comunidad autónoma donde los establecimientos deciden su horario durante todos los días del año. Aunque la nueva Ley se anuncia como una ayuda al sector, en realidad supone un nuevo paso más en el estrangulamiento de la mayoría de los establecimientos: “el 40% de los comercios no tiene trabajadores y el 23% sólo cuenta con un empleado”, así que la mayoría no podrá beneficiarse de esta medida, recuerda Hilario Alfaro[1], presidente de la Confederación de Comercio de CEIM y de la Confederación de Comerciantes y Empresarios de Madrid.
Tampoco las asociaciones de consumidores creen positiva la nueva Ley y FACUA advierte de que «puede acabar abocando a más establecimientos al cierre dada su incapacidad para competir con las numerosas grandes empresas que se verán favorecidas con esta medida»[2]. Este nuevo intento de acabar con el modelo de pequeño comercio de barrio, mucho más redistributivo y socialmente beneficioso, tiene repercusiones directas en la eliminación de puestos de trabajo o la destrucción del tejido social local, pero también en factores globales de gran importancia: las grandes superficies y supermercados son parte de un modelo que requiere el empleo desorbitado de energía y materiales, con repercusiones letales para muchos ecosistemas. Este hiperconsumo se desarrolla en un mundo globalizado gracias a los suministros (petróleo, gas natural, productos agrícolas…) que los países del denominado Tercer Mundo hacen a los países ricos y, sin embargo, los productores de estos países sufren las políticas de precios mínimos impuestas por las grandes multinacionales de la distribución.
Así, en las últimas décadas las ventas del sector se han ido concentrando cada vez más en un puñado de grandes empresas multinacionales que se desentienden de los costes sociales y medioambientales que provocan. Pero además, las grandes superficies y los centros comerciales han supuesto un modelo de reordenación de la ciudad que encarece enormemente el gasto público (en infraestructuras, gestión de recursos, transporte público…) y dificulta la planificación de la ciudad (por ejemplo, el aumento de viajes en coches particulares ya hacen casi impracticables los accesos más importantes a la ciudad).
Por otro lado, este tipo de establecimientos son los espacios mercadotécnicos más avanzados para incentivar el consumismo, como pone de manifiesto FACUA al hablar de la nueva Ley de Dinamización del Comercio en Madrid: “esta liberalización no hará más que fomentar un aumento de las compras por impulso, el consumo compulsivo, la asociación entre ocio y gasto»[3]. Ecologistas en Acción recuerda que ha sido justamente esa cultura del despilfarro y del consumo compulsivo la que nos ha llevado a la crisis que todavía sufrimos, por lo que se hace imprescindible construir una sociedad fuera de esta lógica del crecimiento ilimitado y el consumo hedonista, en la que además se proteja el pequeño comercio y los mercados tradicionales frente a las grandes superficies y supermercados.
En estas fechas tan asociadas a los hábitos consumistas, Ecologistas en Acción reclama un consumo crítico y responsable, de acuerdo a la filosofía “menos para vivir mejor”.