Desde el 29 de mayo hasta el 2 de junio se ha desarrollado la última ronda de consultas (tercera ronda informal-informal) en Nueva York sobre el Borrador Cero, que sentará las bases de la negociación en la Conferencia de Naciones Unidas (NN UU) sobre Desarrollo Sostenible (20-22 de junio). Un gran número de colectivos sociales y ecologistas del Estado español agrupados en torno a la Alianza “¿Economía verde? ¡Futuro imposible!”(1) han criticado fuertemente el documento en unas jornadas preparatorias de Rio+20 celebradas este fin de semana en Barcelona(2). Las críticas principales se han dirigido al “nuevo” concepto de economía verde que se pretende promover en la agenda oficial como la panacea a la crisis sistémica que atraviesa el planeta.
La valoración que desde esta alianza se hace del proceso negociador hacia Rio+20 es la de que estamos ante un ataque total y sin precedentes a los bienes comunes y la de que no podemos fiarnos de los Estados para que solucionen esta crisis porque ya no representan a sus ciudadanos sino a los intereses de los mercados, que dictan las políticas públicas como se está viendo hoy mismo en nuestro país, condicionando la vida de las personas. Las críticas se dirigen también de modo contundente al propio sistema de NN UU, que está crecientemente penetrado por los intereses de las corporaciones, que encuentran un papel preferente en las negociaciones y aportan financiación a varios de sus organismos, condicionando finalmente su agenda.
Las organizaciones integradas en esta alianza consideran un error de base el que nuevamente los gobiernos del mundo pretendan revalidar el concepto de desarrollo ligado a un “crecimiento económico sostenido”-término que se repite hasta la saciedad en el documento negociado estos días en Nueva York como objetivo irrenunciable-, porque significa repetir la senda elegida en Rio 92 al ignorar los límites del planeta. Optar por esta via solo profundizará la crisis sistémica, como claramente ha ocurrido en estos 20 años.
Si bien el discurso oficial de NN UU liga a nivel teórico la economía verde a la erradicación de la pobreza y a la sosteniblidad, en el Borrador Cero todo esto queda en una declaración de intenciones, mientras que sí encuentra acomodo de forma soterrada otra visión de economía verde mucho más feroz, que se abre paso de manera contundente; aquella ligada a la búsqueda de nuevos mercados de recursos naturales. Para ello el texto del Borrador Cero intenta allanar el camino, eliminado o matizando aquellos compromisos internacionales que pudieran ser un obstáculo en el camino de los mercados, como las menciones a los derechos básicos como el derecho al agua y la alimentación, las menciones a la equidad, o principios que estaban consolidados desde Río 92 y que ahora se ven amenazados, como el de Principio de Precaución y particularmente el de Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas.
Siguiendo la lógica reduccionista de dar señales adecuadas a los mercados para que estos funcionen (ahora por fin si), en pos del bien común, los gobiernos avanzan hacia la conclusión tácita de que hay que poner precio a todo lo que no tiene precio para que sea “justamente” valorado, lo que extendería la propiedad privada a todos los ámbitos de la vida para lograr preservarla. La economía verde necesita reformas estructurales y políticas en los marcos regulatorios de los países del Sur para mercantilizar y así “cuidar” allí todo lo que es verde, desde los recursos hasta las propias funciones de los ecosistemas.
Las organizaciones agrupadas en torno a esta alianza consideran peligrosísimo que la negociación de Rio+20 siente las bases para crear mercados globales de recursos y “servicios” naturales (agua, aire, depuración, regulación del clima,…) que son luego susceptibles de convertirse en activos financieros, constituyendo un balón de oxígeno para seguir creciendo una vez agotadas otras burbujas como la inmobiliaria. La UE es uno de los bloques negociadores que más presiona para la apertura de nuevos mercados- como el del agua-, o el mantenimiento y ampliación de los existentes- como los mercados de carbono-, lo que concuerda con sus políticas comerciales totalmente agresivas en los países del Sur para acceder a sus recursos naturales y a sus mercados financieros.
Precisamente en la negociación del Borrador Cero los países empobrecidos agrupados en torno al G77 han querido introducir una condena parcial a estas prácticas comerciales, lo cual ha sido vetado por los países enriquecidos.
La alianza llama a la movilización el Día de Acción Global que se prepara el 20 de junio a escala planetaria para mostrar nuestra indignación ante la falta de voluntad política para hacer frente a la crisis ecológica y social.
Tom Kucharz | Ecologístas en Acción