Ecologistas en Acción insiste en el peligro que persiste en la central nuclear de Chernóbil (Ucrania), cuyo sarcófago acaba de colapsar parcialmente. Para la organización ecologista, la acumulación de nieve, las malas condiciones en la fabricación y los daños causados por la radiación son, con toda probabilidad, las causas del colapso del sarcófago que cubre el reactor accidentado de Chernóbil.
En efecto, las espantosas condiciones de alta radiactividad en que trabajaron los operarios que lo construyeron hicieron que el resultado final dejara mucho que desear y que el sarcófago presentaba desde sus inicios cientos de metros cuadrados de fisuras por los que escapa la radiactividad y penetra el agua de la lluvia.
La radiactividad procedente del reactor ha ido degradando los materiales y debilitando su resistencia estructural, por lo que el peligro de colapso aumentaba año tras año, desde su construcción en 1986. Tal es así que el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo financia la construcción de uno nuevo, valorado en más de 300 millones de euros en su inicio, pero que puede rondar los 1000 millones. Se trata de un arco gigantesco de acero que pesa más de 20.000 toneladas. Y tendrá unas dimensiones de 257 metros de largo, por 150 de ancho y 108 de alto. Según los planes iniciales, este sarcófago debería haberse terminado en 2010, pero ahora se espera que las obras terminaran hacia 2018.
Parece ser que el derrumbe no ha afectado al reactor dañado, cosa que si hubiera sucedido podría desencadenar una fuga radiactiva de grandes consecuencias, lo que agravaría enormemente las consecuencias del accidente.
Las autoridades ucranianas están depositando ya residuos de otras plantas nucleares en el recinto de Chernóbil, aumentando el peligro en caso de un previsible accidente.
Para Ecologistas en Acción buena parte del mundo sigue subestimando el peligro nuclear y se pliega a los intereses de este grupo de presión que antepone la obtención de beneficios económicos a cualquier otra consideración. Los accidentes nucleares producidos y los riesgos que todavía persisten deberían ser suficientes para convencernos de que lo mejor es abandonar la tecnología nuclear.
Francisco Castejón | Ecologístas en Acción