Hasta la fecha 35 especies han sido elegidas Ave del Año para llamar la atención sobre su declive poblacional o por sus amenazas de conservación. Un año más, SEO/BirdLife pone en marcha esta campaña de comunicación y conservación que realiza desde 1988. Con esta acción, la organización pone el foco sobre una especie que precisa de una atención especial por su mal estado de conservación o porque simboliza la urgencia de proteger los hábitats que la acogen para reclamar a administraciones e instituciones medidas para la conservación del patrimonio natural de todos.
Para el 2025 las candidatas son el gorrión alpino, el treparriscos y el ruiseñor pechiazul y como en anteriores ediciones, la organización pone en marcha un proceso de votación abierto a la sociedad para elegir a la especie protagonista del próximo año.
Candidatas 2025
Las tres especies candidatas a ser Ave del Año 2025 están vinculadas a las montañas de la mitad norte de la península ibérica y son muy sensibles a la pérdida de hábitat debido al cambio climático. Además, el desarrollo de infraestructuras como centrales de energía eólica o estaciones de esquí en sus territorios ponen en peligro a todas las especies de distribución alpina. Las tres especies están incluidas en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial.
El gorrión alpino (Montifringilla nivalis) es el más grande y peculiar de los gorriones que habitan en España. Su característico plumaje, dentro de la discreción que caracteriza a los gorriones, es el más llamativo de sus parientes. Se trata de un ave cada vez más escasa que se puede encontrar en la alta montaña tanto en la parte oriental de la cordillera Cantábrica (entre el Parque Natural de Somiedo y Peña Prieta y Curavacas), como en la cordillera pirenaica, entre Navarra (macizo de Orhy) y Lleida (Noguera Pallaresa), normalmente por encima de los 1.800 metros de altitud.
Si bien el gorrión alpino se consideró como no amenazado en el Libro Rojo de las Aves de España (publicado por SEO/BirdLife en el año 2021), los resultados del censo de aves de montaña realizado por SEO/BirdLife durante 2024 indican que el tamaño de su población reproductora se encontraría por debajo del umbral para poder calificarla como vulnerable aplicando los criterios de evaluación de su estado de conservación establecidos por la UICN con carácter internacional.
El treparriscos (Tichodroma muraria) es una de las aves más llamativas de la avifauna española, pero también una de las más esquivas. Su coloración, predominantemente pizarrosa, le hace pasar inadvertido hasta que levanta el vuelo desplegando sus anchas alas redondeadas de un llamativo bermellón. Como su nombre vernáculo y científico indican, está ligada a los cortados rocosos. En España sus áreas de reproducción se encuentran entre la cordillera Cantábrica y los Pirineos.
Aunque puede encontrarse en todo tipo de sustratos, su preferencia son las zonas calizas del Pirineo central y la parte más oriental de la cordillera Cantábrica (desde Picos de Europa y su entorno hasta Somiedo). En invierno se expande enormemente haciendo posible que se le pueda observar en prácticamente cualquier roquedo de la península, incluso en edificios. A pesar de su pequeña población y de la fragmentación en dos núcleos diferentes, la especie se evaluó en el Libro Rojo de las Aves de España como no amenazada, si bien el cambio climático y la alteración de su hábitat constituyen una clara amenaza para esta especie.
El ruiseñor pechiazul (Luscinia svecica) es, de las tres candidatas a Ave del Año, la más extendida y fácil de observar, sin duda por su hábito de posarse en piornos y tojos mostrando su llamativa garganta azul. Su área de cría está repartida en dos zonas montañosas bien delimitadas en el noroeste y centro del país, pero en invierno la mayoría de la población de Europa occidental inverna en África subsahariana, ocupando una parte de la franja costera mediterránea y el valle del río Guadalquivir, con presencia puntual en el valle del Ebro.
En el Libro Rojo de las Aves de España no se pudo evaluar el grado de amenaza de la especie debido a la falta de información sobre el estado y tendencia de sus poblaciones. Con la información disponible actualmente, si bien se observa una ligera tendencia regresiva, la especie no puede considerarse amenazada, aunque el grado de aislamiento de sus poblaciones, junto con los efectos que el cambio climático va a generar en su hábitat, constituyen como factores de riesgo que pueden afectar negativamente a su estado de conservación.