Leo en el periódico INFORMACIÓN que el Consell permite por fin que se destine a riego las aguas del embalse de El Hondo. Concluye así una desastrosa actuación, sobrevenida a través de una regulación ecológica sobre la fauna, lo cual puso en peligro la pervivencia de todo el parque. Era lógico. Si con tal de asegurar la cría de ciertas aves, se impedía utilizar el agua para riego, los agricultores perdían interés por bombear agua desde el río Segura y no mantenían el caudal hídrico del parque.
No lo olvidemos. El Hondo hoy día, es un conjunto de balsas de riego utilizadas por los agricultores como reservorio para los meses de sequía. Y junto con otra obra artificial, las llamadas Salinas de Santa Pola, conforman los humedales costeros más importantes de esta zona de Alicante. Con el hecho de almacenar agua, peces, crustáceos e insectos pueblan estos paisajes, atrayendo a un amplio conjunto de aves que residen en sus alrededores. Pero también y -eso es lo mas importante- son punto de parada de aves migratorias.
Ambos paisajes, El Hondo y las Salinas son en sí mismos la explotación de un territorio que se disputan agricultores y salineros. Y estas actividades económicas generan «externalidades» es decir, efectos no previstos ni contabilizados en la actividad económica sobre el medio ambiente. Las externalidades casi siempre suelen ser negativas -la contaminación es el típico ejemplo- pero en nuestro caso se trata de externalidades positivas. Así, ambos parques naturales (que son artificiales) se convirtieron en comederos importantes para el sostenimiento del viaje anual que protagonizan las aves migratorias. Ellas saben que, en su viaje anual a África, pueden parar en los humedales alicantinos donde les espera un buen abastecimiento de peces, cangrejos y otras especies limícolas.
No queda sin embargo, suficientemente estudiado, cuales deben ser los criterios de compatibilidad entre la explotación de la naturaleza y los recursos naturales. Así por ejemplo, en las Salinas de Torrevieja, lanzan a la laguna una salmuera proveniente de la disolución de un monte o domo de sal, existente en Pinoso. El grado de salinidad conseguido en estas aguas impide ya el desarrollo de vida: Espero que en los próximos años -cuando mejore la situación económica- tal vez habrá que exigir que la explotación de esta mina de sal de Pinoso se efectúe de otra manera. Entonces, cuando se recupere normalmente la vieja salina torrevejense, veremos surgir la vida. ¿Pero que puede pasar con nuevas actividades económicas? Imaginemos que cambia la explotación de las salinas y parte de las balsas se dedican a la cría de langostinos. Cuando las aves migratorias vengan a su provisión anual, a nadie le va a hacer gracia que la bandada voladora se coman los apetecibles langostinos. Y así se levantará una actitud hostil hacia los hermosos flamencos rosados y cualquier ave que por allí se detenga.
En fin, estudiar los sistemas de compatibilidad entre la explotación de territorios y la conservación de paisajes y su disfrute, es todavía una asignatura pendiente. Y para ello cabe entender que la actividad económica desarrollada en ellos, ha de potenciar «externalidades positivas» y ayudar a corregir las «negativas». Y eso exige un sistema de tasas naturales, positivas o negativas, que sin ser un impuesto en sentido recaudatorio, equilibre las actuaciones empresariales de cara a la conservación del paisaje. No parece prudente -como se ha hecho hasta aquí- gobernar a base de decretos que solo atienden a una parte del problema.
Yo celebro hoy una excelente noticia. Se ha entrado en un acuerdo donde el mantenimiento de la actividad económica y la conservación del paisaje del Hondo, gana otra vez su esplendente belleza. ¡Una medida que abre esperanzas!
www.informacion.es | Tomás Martínez