La lechuza común tiene una amplia distribución mundial pero, según los últimos datos del programa Noctua de SEO/BirdLife, se consolida un acusado declive en los últimos años en España. En estos momentos hay un 18,5% menos de individuos que en 2006, habiendo desaparecido en algunos de los territorios que ocupaba.
Aunque el descenso de individuos es generalizado, es especialmente acusado en la región mediterránea sur que abarca la mitad sur de la península, la cuenca del Ebro y la costa mediterránea. En esta zona las poblaciones de lechuza se han reducido a la mitad.
¿Cómo sabemos que cada vez hay menos lechuzas?
SEO/BirdLife coordina el seguimiento de las poblaciones de las aves en España, entre ellas las aves nocturnas, con el programa Noctua. Cientos de voluntarios participan cada año en estos programas registrando las aves detectadas bajo una metodología determinada y gracias a todos ellos podemos conocer cómo van evolucionando las poblaciones de las aves.
En el programa Noctua participan tanto personas con experiencia en censos de aves como principiantes, ya que la metodología no es muy compleja y lo permite. Son pocas las aves que tienen actividad por la noche, como mucho 10, la mayoría de ellas rapaces nocturnas.
Especie protegida
La lechuza es un ave protegida a nivel nacional, incluida en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial lo cual le hace merecedora de una atención particular. Cabe recordar que con carácter general, se prohíbe cualquier actuación hecha con el propósito de darles muerte, capturarlas, perseguirlas o molestarlas, además de la destrucción o deterioro de sus nidos.
En Canarias habita una subespecie de la lechuza común denominada lechuza majorera que está catalogada a nivel nacional como Vulnerable e incluida en el Libro Rojo de las Aves de España con la categoría de En Peligro.
¿Cuáles son sus amenazas?
Una de las principales causas de su declive es la transformación del medio agrario, cada vez más alejado de los paisajes que mostraban un mosaico de cultivos adaptados a la realidad climática de cada zona y más centrado en grandes extensiones de monocultivo, altamente tecnificados. Este cambio de paradigma, unido al empleo generalizado de plaguicidas y rodenticidas, contribuye a la pérdida de biodiversidad en el campo y a su contaminación. Hay menos diversidad de hábitat, menos insectos, menos roedores y, por tanto, menos alimento para las aves agrarias, que además sufren envenenamientos secundarios.
Paralelamente, la pérdida de lugares de nidificación, como consecuencia de la desaparición de antiguas edificaciones agrarias y los cambios en la arquitectura rural, es también un problema creciente para la especie.