En lo que va de año se han producido menos incendios y la superficie afectada por las llamas es la más baja de la última década. Sin embargo no debemos bajar la guardia. En gran medida los buenos resultados se deben a las condiciones meteorológicas favorables de los primeros meses del año y no a mejoras impulsadas desde las administraciones públicas. Los recortes en prevención y extinción en la mayor parte de las autonomías pronostican un futuro negro para los bosques y el medio rural.
Hasta el 18 de agosto, fecha de la última actualización de los datos oficiales que ofrece el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, en 2013 se han producido en España 5.650 siniestros en los que han ardido 26.785 hectáreas, la cifra más baja en la última década. Se trata de un tercio de la superficie afectada en los últimos diez años, en los que de media, durante el mismo periodo ardieron 95.000 hectáreas, en un total de 11.800 siniestros. El número Grandes Incendios Forestales (GIF) ha sufrido también una importante reducción. De media, al año, se producen un total de 30 GIF. Hasta la fecha, en 2013, se han producido 14.
Sin duda las cifras son muy positivas y ofrecen una tregua a los bosques españoles tras los devastadores incendios de 2012, en los que ardieron 210.000 hectáreas, el peor año en varias décadas, debido en gran medida a la intensa sequía sufrida y a las fuertes olas de calor veraniegas.
Sin embargo, desde el punto de vista operativo, la actual campaña no debe considerarse como un éxito, ya que los buenos resultados no pueden asociarse a mejoras impulsadas desde las administraciones públicas. A nivel nacional las inversiones en prevención se han visto intensamente reducidas en los dos últimos años. En 2011 y 2012 el gobierno central apenas destinó 9 millones de euros en prevención, lo que supone una reducción del 76% respecto al presupuesto invertido en 2008 y 2009, tal y como se recoge en el último informe de incendios de WWF España, “Bosques vulnerables a grandes incendios”. A nivel autonómico, con carácter general, los recortes han afectado tanto a las labores de prevención como a los dispositivos de extinción.
La mejoría de los datos se deben en gran medida a las condiciones meteorológicas favorables durante los seis primeros meses del año. Las lluvias registradas hasta el mes de julio han mantenido una elevada humedad en el suelo, dificultando la propagación de los fuegos. A medida que avanza el verano, la situación se complica porque el combustible fino ya está completamente seco. Queda aún mucha campaña por delante, por lo que no debemos bajar la guardia, puesto que el riesgo existe: en apenas una semana el fuego ha devorado el 20% de lo quemado en todo el año.
Sin embargo, si bien las condiciones meteorológicas juegan un papel importante, ni el clima ni la meteorología son las responsables del fuego, sino la mano del hombre, responsable del 96% de los incendios forestales. Así puede comprobarse en los GIF sufridos este año, debidos a imprudencias -como los incendios de Andratx, Almorox, Ayora, Valdemorillo, Tortuero, Tórtola de Henares y Valdeconcha- o bien con toda la intencionalidad, como parecen apuntar los incendios de Cualedro y Oia.
WWF recuerda que los incendios no son ningún maleficio y que podemos y debemos ponerles freno. Apostar por unos bosques sanos, más resistentes a futuros posibles impactos, que brinden nuevas oportunidades de empleo y desarrollo rural, sin duda está en nuestra mano. Para ello, es preciso que las administraciones cambien el enfoque para luchar contra ellos, equiparando las inversiones en prevención y extinción y abordando el problema de raíz, erradicando aquellos que tienen un origen antrópico.
De otro modo, los recortes en extinción y prevención acabarán saliendo caros y nos depararán un futuro nada halagüeño, en el que los incendios serán cada vez más impactantes y destructivos. La crisis económica no puede ser excusa para recortar en la lucha contra incendios. Aunque los costes puedan aparentar ser altos, no deben ser considerados como gasto sino como una inversión de futuro. No podemos olvidar los enormes impactos que dejan las llamas, no sólo ambientales sino también económicos y sociales, así como el riesgo que suponen para las personas.
Lourdes Hernandez | WWF