En el presente año hidrológico 2022-2023, que mañana termina oficialmente, se han superado varios récords climáticos. Los valores para 2022-2023 (hasta la última actualización disponible, del 19 de septiembre) cifran en 556 mm las precipitaciones acumuladas, lo que representa alrededor de un 10 % menos que el valor normal correspondiente para dicho periodo -620 mm- (1). En algunas regiones, como Cataluña, Andalucía y parte meridional de Extremadura y Castilla La Mancha, ni siquiera se llega al 75 % respecto de ese valor normal.
En cuanto a las reservas de agua, se sitúan, en este fin del año hidrológico, en el 36.55 %, una cantidad 13 puntos inferior a la media de los últimos 10 años. La situación no es igual en todo el territorio, la peor parte se la lleva Andalucía donde sus embalses están al 20% de su capacidad, una situación hidrológica que no se sufría desde 1995. Destacan, por su situación de escasez de agua, la cuenca del Guadalquivir que se encuentra al 18,5% de su capacidad, y la del Guadalete-Barbate al 16,5%.
“Para luchar contra la desertificación, sequía, y otros eventos extremos que maximizan su impacto, es vital frenar el cambio climático. Para ello hay que reducir, con urgencia, la emisión de gases de efecto invernadero provocados por los combustibles fósiles y adaptar los territorios a la meteorología extrema, que será cada vez más frecuente, especialmente en la región Mediterránea”, ha declarado Julio Barea responsable de la campaña de agua de Greenpeace.
A pesar de que el mes de septiembre ha sido más lluvioso de lo habitual en general, las reservas de agua no han aumentado de forma significativa ni suficiente. Estamos viendo lluvias pero están siendo torrenciales, sobre puntos muy focalizados y son destructivas ya que caen sobre un suelo seco que no permite la absorción y no sirven para aliviar la sequía. Todo lo contrario, crean importantes destrozos materiales y pérdidas de vidas humanas, como ha pasado en Castilla La Mancha o la Comunidad de Madrid en septiembre.
En este repaso al año hidrológico no se puede olvidar otros hechos. En agosto, la laguna más grande del Parque Nacional de Doñana, la laguna de Santa Olalla, se secaba completamente, a pesar de ser una laguna que se alimenta por las aguas subterráneas. También en el mes de agosto, Greenpeace denunciaba que más de 600 municipios, sólo en Andalucía y Cataluña, sufrían ya algún tipo de restricción en el uso del agua por la sequía. Este listado no ha hecho más que incrementarse y 14 nuevos municipios de la Costa Brava han entrado en emergencia. La cuenca del Guadiana, que se encuentra en gran parte ya en situación de emergencia, es también otra de las más afectadas. Pero de esta situación de sequía no se libran tampoco las cuencas del Torío-Bernesga, al norte de León, o el Pisuerga, al norte de Valladolid.
En relación a las temperaturas, la Oficina de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) predice que 2023 puede ser el año más caluroso desde que hay registros. Algo que no deja ajena a España. De hecho, la pasada primavera ha sido la más cálida desde que se tienen registros (marzo y abril), con temperaturas 3ºC por encima del promedio. Los datos provisionales de la Aemet indican que la Península y las Islas Baleares han vivido este verano cuatro olas de calor confirmadas que suman 24 días. El 56% de los días de agosto estuvieron bajo los efectos de las olas de calor. Agosto de 2023 ha sido el más cálido de la serie histórica. Pero al igual que las temperaturas máximas, las temperaturas mínimas también fueron muy altas, con las denominadas “noches tropicales”, aquellas en las que la temperatura no baja de los 20ºC, y “noches tórridas”, aquellas en las que no baja de los 25ºC. En España las noches tórridas en España han pasado de una media de 17 en la década de 1980 a 99 en la actualidad.
Los eventos extremos están relacionados y se nutren unos de otros. En el caso de la sequía, unida al calor extremo, favorecen que la vegetación de los montes se encuentre cada vez más seca, proporcionando más combustible para los incendios y permitiendo que avancen con mayor rapidez. Los suelos secos (por la sequía, el calor y/o los incendios) no absorben el agua, por lo que favorece la escorrentía del agua en los eventos de grandes precipitaciones, aumentando su impacto.
Las aguas marinas tampoco han escapado al calor y durante el verano de 2023 se han batido récords en la media de temperatura global de los océanos, que se ha superado en más de 1ºC. En el Mediterráneo, se han sucedido las olas de calor marinas desde el verano de 2022 hasta el verano de 2023, con episodios de más de 30 días por encima de los 27ºC. Este agua marina caliente sirve de reserva de energía para las temporales y tormentas costeras posteriores, que elevan su intensidad y resultan en elevadas precipitaciones y episodios de inundaciones, que caen sobre una región Mediterránea, azotada por la sequía.
¿Qué se puede hacer?:
Greenpeace recuerda que España sufrirá cada vez más eventos climáticos adversos, con los consiguientes daños que van a generar en nuestro territorio y sus habitantes. Por eso es fundamental que el Gobierno central y los Gobiernos autonómicos, cada uno dentro de sus competencias, adopten medidas que permitan afrontar, de forma estructural, la actual y las futuras crisis del agua. Para ello deben:
- Abandonar la quema de combustibles fósiles y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
- Acelerar una transición justa hacia un sistema energético 100 % renovable y en manos de las personas.
- Establecer un plan para la reducción de la superficie de regadío, principalmente el intensivo e industrial, primando el agua para consumo humano, los caudales ecológicos y los cultivos para consumo directo humano. Revisar la conversión de cultivos de secano a regadío.
- No permitir ningún nuevo proyecto altamente demandante de agua (de ocio, urbanismo, hotelero…) en zonas con problemas históricos de suministro.
- Mejorar el control del uso ilegal de agua, especialmente con la localización de todos los pozos ilegales, para su vigilancia y cierre en los casos que no puedan legalizarse.
- Descartar la promoción y construcción de más infraestructuras hidráulicas, como embalses o trasvases. Las desaladoras deben limitarse a situaciones excepcionales.
- No conceder ninguna concesión ni autorización a nuevas instalaciones de ganadería intensiva o a la ampliación de las existentes y reducir, empezando ya en 2023. Hay que reducir la cabaña ganadera al 50% para 2030.
- Establecer perímetros de protección, una figura contemplada en la Directiva Marco del Agua, eficaces en todas las zonas de captación de agua para consumo humano, que permita preservarlas en buenas condiciones cuantitativas y cualitativas.
- Aumentar el presupuesto destinado a la gestión forestal, que debe centrarse en la planificación y protección de los recursos hídricos para avanzar en la adaptación de los bosques mediterráneos al cambio climático y, por tanto, en la protección del suelo y del agua (gestión ecohidrológica).
Julio BAREA | Greenpeace
Resumen de la evolución de las precipitaciones en España: https://www.aemet.es/documentos/es/serviciosclimaticos/vigilancia_clima/resumen_precipitaciones/resumen_precipitaciones.pdf