Cada año, sobre todo al comienzo de primavera, miles de kilómetros de cunetas de vías públicas de todo el país (autovías, carreteras generales y secundarias, y caminos rurales) son rociados con herbicidas (fundamentalmente con glifosato). El motivo de esta práctica es eliminar la hierba adyacente, situada fuera del asfalto, para despejar el terreno colindante con estas vías de circulación. Se pretende, según el caso, generar más espacio para los vehículos en caso de una emergencia o prevenir incendios.
Sin embargo, el rociado de herbicidas tiene una afección directa y acumulativa en el medio ambiente. Por un lado, elimina estas pequeñas islas de vegetación, que en muchas zonas de cultivo representan los únicos espacios disponibles para la flora silvestre. A su vez, las cunetas funcionan como corredores ecológicos muy útiles para pequeños vertebrados, y sobre todo para el desarrollo y refugio de todo tipo de insectos, particularmente para los polinizadores como las abejas, cuya función es esencial en la agricultura y para el buen funcionamiento de los ecosistemas. Numerosas aves se aprovechan de esta despensa como herrerillos, pardillos, verderones, mirlos, jilgueros o golondrinas, que encuentran parte de alimento en este entorno. La dispersión de aerosoles con herbicidas elimina por tanto todas estas funciones ecosistémicas que ofrecen los márgenes de estos viales.
Glifosato tóxico para el medio ambiente
Los herbicidas a base de glifosato están lejos de ser inofensivos. En 2022, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó a este herbicida como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”. Asimismo, un informe técnico del Miteco indicaba que el 34,6% de los puntos de muestreo de aguas superficiales en España estaban contaminadas por glifosato en 2022, lo que significa que representa un problema ambiental para las masas de agua. Y es que, al dispersarse en el medio, deteriora y contamina los suelos, y alcanza por escorrentía las aguas superficiales y las subterráneas por infiltración.
Para comprender de qué manera la fumigación de carreteras aumenta este problema, hay que entender que a lo largo de un kilómetro de carretera (2.000 metros de longitud en ambos sentidos) se fumigan aproximadamente 2.000 m2. Esto significa que en 5 km de trayecto se ha rociado con herbicida una superficie de una hectárea (10.000 m2), el terreno equivalente a más de un campo de fútbol. Aunque no se realiza esta práctica en todas las vías, teniendo en cuenta que la red de carreteras estatales es de unos 166.400 km de longitud, serían miles las hectáreas tratadas con glifosato cada año que podrían evitarse usando otras medidas.
Alternativas no contaminantes
Pueden existir casos en que, bajo criterios técnicos objetivos, fuera justificable la actuación en algunas carreteras. Para ello, la ONG ambiental recomienda usar otras alternativas no tóxicas para el medio natural. Se trata de gestionar la hierba con procedimientos mecánicos como maquinaria segadora o desbrozadoras manuales, que ya están siendo utilizados eficientemente en algunos tramos.
SEO/BirdLife considera que optar por el desbroce mecánico para el mantenimiento de los márgenes de las carreteras es más efectivo que el uso de herbicidas, no contamina los suelos, los cauces fluviales, ni el agua subterránea, y denota una mayor sensibilidad y respeto hacia la naturaleza por parte de las Administraciones competentes en la conservación de las carreteras. Además, respondería a una demanda cada vez mayor de la ciudadanía como es la conservación del paisaje rural, el respeto al medio ambiente y la biodiversidad.
Especialmente, debe considerarse el desbroce mecánico (si fuera necesario) en los lugares de alto valor natural como son los espacios de la Red Natura 2000 y preferentemente al final de su ciclo vital (teniendo en cuenta el ciclo reproductor de las aves) para que puedan aprovecharse sus servicios ecosistémicos. La ONG considera que además de dotar de protección a unos espacios naturales e invertir dinero y recursos en su conservación, se deben aplicar medidas de gestión que no supongan impacto. La fumigación de cientos de kilómetros en todo el territorio con un producto tóxico como el glifosato, puede llegar por escorrentía a ríos, arroyos y acuíferos, con posible afectación al ganado, los animales domésticos y la fauna silvestre y, en definitiva, puede comprometer la salud de las personas.
¿Es la hierba un problema real?
SEO/BirdLife considera que, en la mayoría de los puntos donde intervienen los servicios de mantenimiento de la Red de Carreteras del Estado, autonómicas o de diputaciones provinciales, la vegetación espontánea no representa ningún problema para la seguridad vial, ya que se no ocupa la zona de circulación. De hecho, estas plantas otorgan un valor ambiental, ornamental y paisajístico importante a esas vías de comunicación.
Por otro lado, tampoco suponen un grave factor de riesgo ante posibles incendios de verano. De hecho, la hierba fumigada es igualmente inflamable porque queda seca, aunque sea antes de terminar su ciclo biológico. En cambio, la basuraleza que se acumula en las cunetas si representa un serio problema, tanto por ser material inflamable (plásticos) o vidrio (provocar efecto lupa), como contaminante químico y visual. Y este es un problema que sí debería abordarse con mayor premura por los servicios de gestión y mantenimiento de carreteras: la limpieza de residuos en las cunetas, primando la actuación urgente en los puntos más sensibles para la naturaleza.
Parques y jardines libres de herbicidas
La misma recomendación de sustituir el uso de glifosato por el desbroce mecánico, cuando sea necesario, es una propuesta que SEO/BirdLife promueve desde hace veinte años ante ayuntamientos e instituciones como parte de su programa de mejora de la biodiversidad urbana. Algunos consistorios como Madrid, Barcelona, Sevilla o Zaragoza ya han prohibido el uso de herbicidas para salvaguardar la salud de la ciudadanía y crear un entorno más saludable y natural. Han entendido, además, que la hierba y sus flores, lejos de ser un problema son un aliado de las personas por los beneficios ambientales y estéticos que aportan.
SEO/BirdLife pone de manifiesto que se ha creado la percepción errónea de que las plantas ornamentales de jardinería son válidas en los parques y jardines, mientras que las plantas y flores silvestres conviene erradicarlas de manera sistemática. Sin embargo, la coexistencia de ambas es perfectamente compatible y recomendable. Precisamente, la flora natural está más adaptada a nuestro entorno y presenta mayores beneficios ecosistémicos, por lo que conviene integrarla en la gestión de la infraestructura verde municipal. Esto significa que hay que considerar los ciclos biológicos de los insectos y los polinizadores asociados a la vegetación natural, y los periodos de reproducción de las aves urbanas, ya que estas encuentran allí una interesante fuente de alimento para sus crías.
La ONG ambiental ha desarrollado proyectos pioneros con administraciones locales y empresas, como la creación del Parque de las Llamas o la red de Parques y Jardines espacios para la Biodiverdidad en colaboración con el Ayuntamiento de Santander, en la implementación de medidas que favorezcan la vida silvestre. Para ello ha sido crucial potenciar las praderas naturales, a lo que se han unido medidas como la creación de setos con frutos silvestres, la colocación de cajas nido o la construcción de charcas, entre otras.
Gracias a su amplio bagaje y reconocimiento en este ámbito, actualmente SEO/BirdLife participa en proyectos de renaturalización urbana, financiados por la Fundación Biodiversidad, en Santander, Girona, y más recientemente en Valencia, Torrelavega y en Pinto, con el proyecto Pinto en Verde, que pretende convertir este municipio madrileño en un referente en la renaturalización urbana.