Pese a aumentar el ridículo objetivo del 27% a un insuficiente 35% de renovables en 2030 y a la implícita condena al “impuesto al sol”, la propuesta de Directiva del Parlamento carece de la ambición necesaria
La Fundación Renovables considera que, pese a las evidentes mejoras de los textos propuestos por la Comisión en el llamado paquete de invierno (directiva de renovables, de eficiencia energética y de Gobernanza de clima y energía), lo aprobado por el Parlamento Europeo el pasado miércoles resulta claramente insuficiente para la descarbonización de la energía que requiere la lucha contra el cambio climático y que la Unión Europea venía haciendo suya en documentos como la Hoja de Ruta 2050. Consideramos que el texto final que resulte de la negociación que ahora se abre entre Parlamento, Consejo y Comisión supondrá en cualquier caso un freno y no el decidido impulso que exige esta tarea plasmada en el Acuerdo de París.
Si el objetivo inicial propuesto por la Comisión Europea en 2014 (hecho suyo por el Consejo) de un 27% de renovables para 2030 podía calificarse de ridículo y disparatado, el 35% aprobado ahora por una amplia mayoría del Parlamento (gracias al loable esfuerzo del ponente José Blanco) debe considerarse como un escenario tendencial si tenemos en cuenta el impresionante descenso del coste de las tecnologías renovables y que seguro se alcanzará solo por la dinámica del mercado. La falta de ambición se percibe clamorosamente en la ausencia de objetivos vinculantes para cada uno de los estados, carencia que pone evidentemente en riesgo la consecución del objetivo conjunto. Algo similar cabe señalar del objetivo de mejora de la eficiencia energética que se queda en un 35% aunque se había barajado la posibilidad de llegar a un 40%.
Lo que la Fundación Renovables reclama de los dirigentes europeos es poner los mecanismos necesarios para acelerar la transformación de nuestro modelo energético dando prioridad a la eficiencia y las renovables para reducir de forma drástica las emisiones de gases de efecto invernadero. Esta labor requiere hacer desde ahora, cuando ya estamos percibiendo día a día los efectos del calentamiento global, el mayor esfuerzo posible en esa dinámica de cambio y no confiar en que los objetivos fijados para 2050 puedan conseguirse con un acelerón final en la década previa. Esta es la razón por la que en nuestras propuestas de política energética, “La energía como vector de cambio para una nueva economía, una nueva sociedad”, la Fundación reclamaba un objetivo del 50% que considera lo más realista para poder contribuir desde Europa a lograr que la temperatura media del planeta no aumente más allá del 1,5 grados a mitad de siglo.
Como aspecto positivo cabe destacar que el Parlamento Europeo ha puesto un límite a la utilización de los biocombustibles de primera generación como el aceite de palma con el que se pretendía forzar el cumplimiento de los objetivos renovables con un recurso que claramente no es sostenible.
También en esta línea debemos de hacer mención a la aprobación explícita, pese a la postura defendida por el gobierno español, de mecanismos que dificulten disposiciones retroactivas contra las inversiones realizadas por los ciudadanos en el ámbito renovable, como requisito imprescindible para dar certidumbre a las medidas de apoyo que los gobiernos vayan tomando, evitando situaciones retroactivas tan insólitas como dañinas, tales como las vividas en España en los últimos años.
Por último, la Fundación Renovables lamenta que los eurodiputados del PP votaran en contra de lo que votó el grupo popular europeo. Su soledad y aislamiento en estas votaciones son reflejo de las disparatadas tesis que el Ministro de Energía, Álvaro Nadal, está imponiendo en el Gobierno pese al discurso del Ministerio de Medio Ambiente que reconoce la necesidad de actuar contra el Cambio Climático. Es inconcebible como España, a pesar de ser entre los grandes el país de la UE con mayor dependencia energética, sigue apostando por mantener el estatus del gas, el carbón y petróleo en una apuesta que va contra el sentido común.
En cuanto el autoconsumo, que recibe un claro espaldarazo con la directiva de renovables cabe felicitarse de que los europarlamentarios hayan aprobado mayoritariamente los cambios introducidos por la comisión parlamentaria para asegurar que los consumidores que producen electricidad pueden consumirla, así como instalar sistemas de almacenamiento, «sin tener que pagar impuestos o tasas por ello». El despropósito que supone el “impuesto al sol” en nuestro ordenamiento queda explícitamente desautorizado por los parlamentarios y parece difícil que el Consejo haga suya la defensa numantina que de esta aberración hace el ministro de Energía, Álvaro Nadal, quien hace pocas semanas ha presentado como respaldo del Consejo de Ministros de la Energía lo que fue solo un silencio a su defensa.