- La situación de emergencia climática que vivimos deja cada vez más evidente la necesidad de que haya más naturaleza en los entornos urbanos
- Las ciudades con infraestructuras verdes bien diseñadas, planificadas y gestionadas son más resilientes, sostenibles y equitativas. Además, nos protegen del aumento de las temperaturas, la sequía y las inundaciones y pueden dar cobijo a la biodiversidad
La emergencia climática es una evidencia y sus consecuencias se hacen cada vez más patentes: las olas de calor, la sequía, los incendios y las inundaciones que estamos sufriendo en nuestro país en los últimos años son algunas de ellas.
Si no lo remediamos, vamos camino de superar un aumento de temperatura de 3° por encima de los niveles pre-industriales. Esto supondría un incumplimiento del Acuerdo de París de mantener la temperatura por debajo de los 2° y tratar de limitarlo a 1,5°, para prevenir los peores impactos.
Las ciudades tienen una gran responsabilidad en la emergencia climática, la pérdida de biodiversidad y, como hemos comprobado con la pandemia del COVID-19, en la salud global: consumen la mayor parte de los recursos del planeta; ya sea energía, materiales o alimentos. También son responsables de dos tercios de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo. Teniendo en cuenta que, según las previsiones de Naciones Unidas, para 2050, esperamos que dos tercios de la población mundial vivan en áreas urbanas, claramente necesitamos repensar nuestro modelo de ciudad.
Soluciones basadas en la naturaleza
Por sus características y especialmente por la escasez de barreras naturales para amortiguarlos, las ciudades son especialmente vulnerables a estos efectos y además son los lugares donde vive la mayor parte de la población (en España, el 80% vive en municipios de más de 5.000 habitantes), por lo que es prioritario emprender acciones de mitigación y adaptación en ellos.
En estas acciones, la naturaleza juega un papel fundamental. Las soluciones basadas en la naturaleza (SBN) son enfoques, acciones o procesos que utilizan los principios de la naturaleza para dar solución a distintos problemas ambientales, como la adaptación al cambio climático, la gestión de los recursos, del agua, la seguridad alimentaria o la calidad del aire y el entorno. Son herramientas más eficientes, económicas y con valor añadido en ahorro de costes y generación de empleo local.
Arboledas urbanas, las grandes aliadas
El arbolado urbano puede ayudar a enfriar el aire entre 2 y 8 grados, reduciendo así el efecto de «isla de calor» urbano. Además, la vegetación amortigua las temperaturas, contribuyendo a reducir el consumo de energía para refrigeración (hasta un 3%) o calefacción (entre un 20 y un 50%) de los edificios.
Los árboles grandes son excelentes filtros para contaminantes urbanos y partículas finas. Absorben gases contaminantes (tales como monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, ozono y óxidos de sulfuro) y filtran partículas finas como polvo, suciedad o humo del aire atrapándolos sobre las hojas y la corteza. Según un estudio del ayuntamiento de Madrid, el arbolado de la capital capta 637 toneladas de contaminantes al año y en Barcelona, las zonas verdes urbanas absorben anualmente más de 300 toneladas de contaminantes.
Los árboles maduros regulan el flujo del agua y desempeñan un papel clave en la prevención de inundaciones y en la reducción de riesgos de desastres naturales. Por ejemplo, un árbol maduro, puede retener más de 15.000 litros de agua al año.
Beneficios para la salud
Por otra parte, numerosas investigaciones demuestran que vivir cerca de los espacios verdes urbanos y tener acceso a ellos puede mejorar la salud física y mental. Estos beneficios se han hecho especialmente evidentes durante los confinamientos derivados de la pandemia, cuando las personas hemos sido conscientes de la necesidad de contacto con el exterior y, especialmente, con las zonas verdes.
En el ámbito escolar, múltiples estudios han probado que tener más naturaleza en el patio mejora el rendimiento académico: un 5% en la memoria de trabajo y un 6% en la de trabajo superior y que la cantidad de naturaleza en el entorno de los centros educativos influye positivamente en la autoestima de niños y niñas. Además, más espacio verde residencial se relaciona con mejor capacidad de atención y memoria en niñas y niños de 4 a 6 años y con una disminución del comportamiento hiperactivo.
Las aves como indicadores
Científicos alemanes midieron la importancia de la diversidad de especies para el bienestar en Europa, relacionando datos socioeconómicos de más de 26.000 ciudadanos europeos de 26 países con datos de diversidad de especies y de naturaleza. El resultado del estudio The importance of species diversity for human well-being in Europe. German Centre for Integrative Biodiversity Research. 2021 muestra que la riqueza de especies de aves se asocia positivamente con la satisfacción de vida de los europeos.
Las aves son un excelente indicador de la conservación de los ecosistemas y de la buena salud del entorno, y de hecho, la Unión Europea considera el estado de las poblaciones silvestres de aves como un índice de la calidad de vida en Europa ya que Eurostat, la oficina estadística europea, incluye el seguimiento de las poblaciones de aves entre los índices más importantes para medir la sostenibilidad y el bienestar social.
La emergencia climática y la pérdida de biodiversidad son dos de los principales retos a los que se enfrenta la humanidad en la actualidad de los que depende nuestro futuro. Según el informe conjunto de IPBES y el IPPC (Intergovernmental Panel on Climate Change), publicado en 2019 y desarrollado por los 50 mejores expertos mundiales en biodiversidad y cambio climático, son dos crisis interconectadas que deben ser afrontadas de forma conjunta para maximizar los beneficios y minimizar las compensaciones.